On 3:52:00 by Alexis Ochoa Molina in Cristo, Cristo Jesús, Devocionales, Dios, Espíritu Santo, Espiritualidad, Hijo, La cruz del calvario, La Sangre de Cristo, Libertad, Maravilloso, Oración, Padre Celestial, Padre nuestro, Profunda, realidad No comments
Saludos de Reflexiones de Fe
Definir la oración es precisar su concepto, sus formas y sus rasgos, algo que me resulta difícil de hacer. Digo esto por su excepcional dimensión espiritual a la que transcendemos cuando vamos a la cita con la oración. las plegarias resultan para mí esencial en la vida. Solo y gracias a ella podemos hablar de espiritualidad profunda cuando nos asimos realmente de ella.
Cuando oramos nos acercamos a esa presencia maravillosa que descubrimos cuando la paz a través de esa comunicación directa al cielo nos permite descubrir de esa manera al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Entonces, cuando oramos nos acercamos, disfrutamos de su presencia, su olor, su amor, su esplendor, de su grandeza y es en esa entrega espiritual que podemos oír, hablar, recibir, percibir emociones divinas que nos hacen conocer, creer en la existencia verdadera y fiel de Jesús en nuestras vidas, descubrimos su amor por nosotros que nos conduce a la reflexión y entre otras cosas, a darle sentido a nuestra vida.
Es una realidad transcendente desde un más allá. Por eso no se fundamenta desde un conocimiento si no de una creencia que nos dejo implícito Jesús cuando dijo que siempre oráramos al Padre a través de Cristo Jesús. Es una vivencia muy particular, intima, única y profunda que experimenta cada persona que siente en su interior esa necesidad de ir al encuentro de la presencia celestial, y donde el mal carece por completo de todo sentido. Nuestro espíritu se eleva ante esa realidad concretísima, siendo purificada, lavada, santificada, curada, que nos permite ser llenados de gozo, fe y esperanza ante nuestras peticiones que realizamos con toda nuestra fe, creyendo y confiando que lo imposible se hará posible por Dios. Por eso la oración debe ser parte de nuestra vida, Jesús concibió la oración como el centro de la vida cristiana. Y lo vemos orando en cada momento de su ministerio, después de su bautismo cuando oraba el Espíritu Santo se posó sobre Él, oró antes de escoger sus discípulos, estuvo orando cuando Pedro lo reconoció como el Mesías. La noche en que fue entregado por Judas, oró fervientemente por sus discípulos, en el huerto de Getsemaní tenemos otros ejemplos en el que estaba orando. Al final sus discípulos le dijeron como orarían, y el Señor dejó sus instrucciones claras en la Palabra que ya todos sabemos acerca del Padre Nuestro, y aun más, de sus explicaciones. Lo importante que me ocurre cuando me conecto con su presencia celestial, es que no vale conceptos, ni ideas, razones, argumentos, ni ninguna otra cosa, repensada por el hombre para comenzar a orar. Allí, mi espíritu se predispone al hecho, y resulta algo mágico, impredecible, por lo tanto no tengo que hacer algo sistemático ni seguir un guión para poder entrar y elevarme a lo más profundo de su presencia celestial, donde me presento ante la Majestad del Padre, donde consigo a Cristo Jesús con su Poderosísima Sangre que me cubre, y al Espíritu Santo quien me muestra el mundo espiritual que nos rodea. Con esto no quiero desautorizar el Padre Nuestro como palabra de Dios, en absoluto, lo que pretendo dar a entender, es que lo que me mueve a orar es el deseo más intenso de acercarme tal y como soy a la presencia de mi Dios que me creo, de Cristo Jesús, quien murió y fue flagelado en la cruz del Calvario para pagar el rescate de mi vida y de caminar con el Espíritu Santo para así disfrutar de sus compañías. Ante ello solo expreso ¡Señor, Señor quiero estar en tu divina presencia….! y de esa manera mi espíritu se expresa con toda libertad.
La oración disuelve cualquier armadura de opresión, depresión, tristeza, desanimo, presiones, miedo, ansiedad, amargura, vicios, rebeldías, rutina, maldiciones, entre otras muchas contrariedades a la voluntad de Dios que llevamos puestas, y, a menudo nos amarga más, creemos que nos protegen aparentemente. Al perder esas corazas “morimos” para RENACER luego, más fuertes, animosos y victoriosos en Cristo Jesús.
Así que cuando oramos nos acercamos a Dios Padre Celestial, a su Hijo Jesús y al Espíritu Santo (siendo una sola persona), son magnánimos, amorosos, compasivos y respetuosos hacia nuestras plegarias que emanan como olor fragante hacia su divina presencia, nos oyen y en su precioso tiempo nos conceden nuestros deseos y peticiones. Les animo a orar, no hay un lugar especifico para esta acción, si usted no tiene tiempo para orar porque tienen otras prioridades, vive afanado, no importa, ore entonces en silencio en el bus, en su carro, en la moto, en la bicicleta, en la escuela, en la universidad, en el teatro, en el hospital, en el trabajo, en el baño, en la cama, pero hágalo, esa es su comunicación con el Padre que lo creo, mire que maravilla, quien lo creo, y verá que se sentirá espectacular, pasará un día maravilloso, esperanzado en que todo lo vive esta controlado por Dios, crezca en la fe y no se desanime, ore y verá que su vida cambiará. Dios les bendiga ricamente y sane toda clase de herida. Abra su corazón a Dios y verá la Gloria de Dios reflejada en su vida. Amén.
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